La atención médica en el sistema sanitario de Venezuela debe necesariamente revisar su forma de tratar a las personas con VIH para lograr responder a la epidemia. Con frecuencia, la manera en que el personal de salud trata a los usuarios logra que estos se alejen del sistema sanitario y abandonen el tratamiento, poniendo sus vidas en un juego que puede llegar a ser mortal.
Autor: Mauricio Gutierrez
El sector
llamado a cuidar la salud y a mejorar la calidad de vida es el que en muchas
oportunidades promociona y refuerza los estigmas relacionados con las personas
con VIH anteponiéndolos a la atención digna y de calidad que todos merecemos.
De estas prácticas podríamos escribir más libros de los que ya existen... Sin
embargo prefiero escribir sobre asuntos más “mundanos”.
“Si el médico me ve solo como “culpable” ¿realmente se
interesa por mi estado de salud?” De esta frase,
que no es más que un doloroso lamento y grito de desesperación, deberíamos
comprender que son más frecuentes y poco conocidas de lo que pensamos y de lo
que muchos deseamos, como afecta la salud e inclusive la vida de las personas
con VIH. Estas constantes muestras de desprecio que recibimos por parte de las
personas que trabajan en los servicios de atención en VIH y que están llamadas
a cuidar nuestra salud logran, tarde o temprano que nos alejemos de los centros
de salud a esperar “lo que Dios quiera”.
Efectivamente,
hace apenas unos días, en uno de los dos hospitales universitarios de Caracas la
madre de Manuel, que es un nombre ficticio y de quien copio la frase del
párrafo anterior, me comentaba mientras compartíamos un café, sin lagrimas en
los ojos, pero si llenos de dolor, que su hijo había dejado de venir al
hospital hacía dos años porque “… ese doctor lo trata como un perro, en
todas las consultas le decía que era él quien se lo busco y que se tiene que
calar la acidez que le dan los medicamentos…” “… la última vez que vino llego a
casa llorando y me dijo: le mentó la madre” (frase que utilizamos en
Venezuela como una ofensa).
Al conversar
con Manuel, que desde hacía dos días aun estaba en la sala de emergencia y en
una camilla por falta de camas en el servicio de infectología me decía “Mau, no me quiero morir pero tampoco me
voy a dejar que ese doctor ni mas nadie me maltrate” y razonaba: “Si el médico me ve solo como “culpable”
¿realmente se interesa por mi estado de salud?”, el mismo se contesta, me
manera lógica e irrefutable... “No lo
creo”
La
conversación con Manuel es otro ejemplo de lo ya diagnosticado
en el informe sobre “El derecho a lo no discriminación por VIH en Venezuela” En
este informe podemos ver que, según la percepción de las personas entrevistadas
quien más vulneran su derecho a la no discriminación son en: el sector salud,
la familia y el laboral. (Completo en el siguiente enlace: https://dl.dropboxusercontent.com/u/74089980/Informe_Acsol_web_04.10.11.pdf
)
Los estigmas “desprestigian
profundamente o deshumanizan a grupos o personas” (Goffman, Erving, Notas sobre
la gerencia de la identidad estropeada) y si el mismo personal que presta sus
servicios en los centros de salud y que están llamados a atender la salud, el
bienestar y la calidad de vida de todas las personas anteponen sus propios
prejuicios alimentando los estigmas relacionados con las personas que tienen
VIH las reacciones pueden ser muy diversas, pero lo que sí es cierto, claro y
demostrable es que justamente por estos estigmas es que la discriminación llega
a ser norma en las relaciones sociales y que el individuo discriminado podría
terminar creyendo que se lo merece. Este no es el caso de Manuel que prefirió
poner su salud e inclusive su vida en riesgo para escapar del maltrato. Sin
embargo cualquiera de las dos reacciones, creerme merecedor de ser discriminado
o poner en juego nuestra salud atentan contra la dignidad de las personas y
vulneran el derecho a la igualdad y a la no discriminacion.
Para que un
país responda de manera efectiva a la epidemia del VIH y del Sida tiene que,
necesariamente atender a las personas afectadas. Si el sistema sanitario continúa condicionando la atención a las reales
o supuestas causas de la infección en vez de atender con visión de derechos la
salud no logrará grandes avances, inclusive, será el mismo sistema sanitario el
responsable de muertes relacionadas con la infección por VIH